No es la primera vez que hago un post con este título, pero es que la primavera (o lo que sea que estemos padeciendo en este momento) siempre invita a limpiar la mente, el cuerpo y el armario de porquerías que no nos hacen ninguna falta.
Mientras la mayoría de mis conocidos están en plena fase de librarse de los kilos de más de cara al verano, yo lo que pretendo es librarme de los kilos de ropa que no me pongo.
Mirando entre mis porquerías me doy cuenta de que tengo auténticos horrores que ni siquiera entiendo por qué compré. ¿En qué estaba pensando? No soy una compradora compulsiva, y menos en estos tiempos que corren, pero de alguna manera siempre me las acabo arreglando para tener cosas que me parecen absolutamente horripilantes.
Un abriguito de pretendido estilo años cincuenta con hilitos plateados, cuello redondo de niña tonta y hechura de señora embarazada. ¿Adónde voy con esto? En serio. ¿En qué estaba pensando?
Una chaquetita de punto que me pareció monísima en su momento y que me he puesto DOS veces porque me encuentro ridícula con ella. Me está corta y ancha. Un horror. Cada vez que la veo me parece que es la toquilla de mi abuela. De todas formas a lo mejor la guardo para ponérmela en casa, es muy calentita y apropiada para cuando hago punto de media. Sobre todo cuando llevo los rulos puestos (del tema rulos ya hablaré en otra ocasión...)
¿Qué empuja a las mujeres a comprarnos ropa que nos parece ideal de la muerte en la tienda y que apenas unas semanas después no podemos explicarnos cómo pudo llegar hasta nuestra casa? No me considero una mujer de mal gusto, pero tengo algunas cosas que ni son de mi estilo, ni me gustan, ni me quedan bien ni eran particularmente baratas. ¿Qué hacen en mi armario? Y lo peor de todo. ¿Por qué me ocurre esto una y otra vez?